El Foro Gaspar García Laviana y el "escándalo" de la Pastoral penitenciaria de Asturias

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Siempre es un placer para un gallego volver a Asturias y visitar a los asturianos, aunque no nos pongamos de acuerdo en lo de los primos y los hermanos. En Gijón, donde comnpartí charla y debate en el salón de actos de la parroquia de San Pedro, me encontré con la gente del Foro Gaspar García Laviana. Gente recia. De los que predican y dan trigo. De los que llevan a cuestas (y con orgullo) toda una vida de militancia por las causas nobles del Reino.

El Foro lleva el nombre del prestigioso sacerdote y comandante sandinista asturiano (muerto en el frente de batalla, luchando por la libertad) Gaspar García Laviana. Todo un icono a reivindicar. Al estilo de Camilo Torres.

El Foro está integrado por algunos curas (allí estaban algunos, entre ellos Faustino Vilabrille o Alberto Torga), pero sobre todo por laicos comprometidos, miembros de comunidades de base y de la extinta Pastoral Penitenciaria. La mayoría, gente mayor. De los que han permanecido toda la vida al pié del cañón pastoral. De los que se han mantenido siempre fieles al espíritu del Vaticano II. De los que no cambiaron de chaqueta. De los que siempre construyeron Iglesia­hospital de campaña. Auténticas "parteras" de la primavera de Bergoglio.

Por eso, ahora, con la primavera de Francisco se sienten ilusionados, por un lado, y decepcionados, por el otro. Ilusionados, porque Francisco les reafirma día a día (con sus gestos, sus palabras y su forma de vivir y de ejercer el papado) en sus convicciones más profundas. Les viene a decir que no entregaron sus vidas en vano. Que el trigo sembrado comienza a dar frutos.

Francisco les rejuvenece y les invita a seguir caminando con ilusión y luchando por una Iglesia samaritana. Se han vuelto a ilusionar, para seguir remando. Aunque algunos reconocen que ya tienen los remos rotos y gastados por la edad. Pero no cluadican. "Anima ver a un Papa, con más años que yo, por la ilusión y la alegría de la fe y del compromiso que transmite. ¿Cómo le vamos a dejar sólo? Arrimaremos el hombro hasta el final", dice uno de esos militantes, curtido en mil batallas.

Por otro lado, manifiestan la decepción que les ocasiona el clero asturiano, con su arzobispo al frente. No ven a sus curas ilusionados con el Papa y se preguntan el por qué. Critican sobre todo a los más jóvenes, a los de menos de 50 años, a los que no vivieron el postconcilio. Les digo que no son los curas jóvenes y de mediana edad los culpables de su situación, porque fueron "formateados" para ser curas­funcionarios y exclusivamemnte servidores del altar. Y que es lógico que, ahora, les cueste cambiar el chip y convertirse en servidores de la comunidad y en curas que pisan el barro y la calla, para socorrer a todos, especialmente a los pobres. Les digo que les ayuden, que les interpelen...  Entienden el argumento, pero explican que yan han pasado tres años desde la llegada de Francisco y que ya han tenido tiempo de comenzar al menos el viraje. Pero que la mayoría sigue con su inercia de siempre. Y, en una Iglesia tan clericalizada, eso se nota y mucho. Reconocen las virtudes de su arzobispo, Jesús Sanz Montes, pero le piden una mayor misericordia pastoral. Saben que sobre su sayal franciscano, Don Jesús, se colocó, hace tiempo, la capa de los cielinos (de Comunión y Liberación). Les digo que estoy convencido de que monseñor Sanz es lo suficientemente inteligente para volver a sus raíces franciscanas y sintonizar afectiva y efectivamente con los nuevos aires que soplan de Roma. Pero no acaban de creérselo.

Y ponen como botón de muestra su último "baculazo", que tanto daño hizo a mucha de la gente que allí estaba: la suspensión de todos los voluntarios de Pastoral Penitenciaria. Un nutrido equipo de 35 personas. Lacicos, monjas y curas. Bien preparados. Con más de 18 años de experiencia. Con una labor de entrega absoluta en un apostolado duro, exigente y comprometido, como el penitenciario. Y de pronto, don Jesús (a través del nuevo delegado de pastoral panitenciaria) les echa a la calle. Y sin expicaciones. Sólo con vaguedades.

La Iglesia (en este caso la asturiana) es de las pocas instituciones que se permite el lujo de prescindir de cuadros entregados, comprometidos y bien formados, que realizan una labor que nadie más hace (consolar y redimir a los presos y a sus familias). Una institución, a veces, no sólo ingrata, sino desperdiciadora. Ellos, los expulsados, no lo entienden. Nadie lo puede entender. Yo, tampoco.

¿No debería dar alguna explicación a su pueblo, al pueblo de Dios, el obispo Jesús Sanz? ¿No debería reunirse con ellos, agradecerles su inmensa labor y explicarles cuáles son los motivos de desacuerdo? ¿Por qué les echan? ¿Porque denuncian los abusos carcelarios? ¿Porque, además de catequesis de confirmación y de eucaristías, curan las heridas de los internos, atienden a sus familias, las acogen con amor y reparten ternura? Por ahora, Don Jesús se ha parapetado tras su delegado, José Antonio García Quintana, que, por ara más inri, es jesuita. (Alguien muy puesto en asuntos clericales asturianos me dice que Sanz está calcando en Asturias el caso de Rouco con Martínez Camino en Madrid). Durante meses han buscado todo tipo de cauces de diálogo, sin obtener más que respuestas evasivas.

Sólo les queda acudir a los medios y a Roma. Y pronto mandarán una carta al Papa. ¡Ojalá alguien la seleccione, entre las miles de cartas que le llegan a diario, y la coloque en el escritorio de Francisco! O mejor todavía: ¡Ojalá don Jesús se baje del burro y tome en sus manos directamente las riendas del caso! Lo contrario es falta de vigilancia, dejación de funciones y, sobre todo, un escándalo pastoral.

 

José Manuel Vidal 

 

                                    Articulo publicado en Religión Digital de dia 18/06/2016