El hilo que nos une
Miguel Angel Expósito Leal:
Mi nombre es Miguel. Vivo con VIH desde hace diecisiete años y me considero afortunado, a pesar de que estoy muy herido en lo más profundo de mí.
Todo comenzó a mediados del año 1991. Viví lleno de esa valentía que crece cuando uno tiene tan sólo diecinueve años. Crecí en un barrio obrero donde cada día se luchaba por subsistir. Era un chaval muy echado “palante”. Pensaba que podía cambiar el mundo, pero ¡qué paradoja!, el mundo me cambió a mí. Más que cambiarme, me dejó en “jaque”, me anuló completamente. ¿Por qué? pues bien, llegaron las drogas y con la heroína llegó otra forma de vida. Esa forma consiste en delincuencia, cárcel y ser un cero a la izquierda en esta sociedad. Estaba tan ocupado que nunca imaginé que aquello sería lo peor que podía pasarme. Me estaba convirtiendo en lo que nunca quise ser: ¡un esclavo!.
Mi familia entera se resquebrajaba. Se hundía con nosotros en aquel mundo. Y digo nosotros porque por esas fechas aún vivía mi hermano gemelo Rubén, pero la droga le pasó por encima y no le dio la oportunidad de seguir viviendo (pero ese es otro tema). En fin, nadie reparaba en lo que estaba ocurriendo, era la lacra para una sociedad que sólo tenía tiempo para las cosas superficiales, materiales,…
Con muy pocos años comencé a sufrir mis propias equivocaciones, y siendo muy joven perdí la libertad que no recuperé nunca. Intenté en múltiples ocasiones batallar contra la droga por las prisiones que recorrí, pero siempre era inútil. Nunca le gané la batalla. Y cuando aún no había levantado cabeza, llegó el SIDA, hace dieciséis años. SIDA: para mí era igual a muerte. No había información y no sabía a qué atenerme. Creo que una gran parte de esa generación se la llevó el miedo y la incertidumbre de no saber qué podía pasar. Empezaron a medicar a la gente con tratamientos retrovirales y muchos no los resistieron. Se me han quedado muchos compañeros en el camino, por las enfermerías de diferentes penales. ¡Cuánta gente maravillosa se ha marchado en lo mejor de sus vidas! Personas a las que gran parte de la sociedad recuerda el uno de diciembre de cada año, sin más.
Después de tantos años me pregunto: ¿por qué los chavales se siguen enganchando a la heroína? ¿Por qué la gente se sigue infectando de VIH?
Como decía al principio, me considero una persona muy afortunada al poder estar aquí, en este espacio libre de drogas, vivo y compartiéndolo con vosotros. Y digo vivo, porque me considero
un superviviente en todos los aspectos, pues desde el año 1991 he pasado por múltiples enfermedades oportunistas por causa del virus. He sufrido varias neumonías, tres tuberculosis, un herpes zoster y una hemiplegia del lado izquierdo de my cuerpo. He llegado a estar en fase terminal de SIDA en el año 2003, con menos de siete defensas en mi sistema inmunológico, ya que nunca me cuidaba. No tomé medicación hasta llegar a la UTE, pues siempre fui muy reacio a la misma, porque no sabía vivir con esta enfermedad. Nunca la supe encajar. Mi estancia en la UTE y mi paso por el Taller de salud, me ayudaron mucho a descargar mis inquietudes y emociones con mis compañeros.
Cuando llegué al Módulo tan sólo tenía diez defensas, casi un millón de carga viral y pesaba cincuenta y tres kilos. Estaba en la cuerda floja, pero afortunadamente en este espacio libre de drogas me he encontrado con gente que me ha apoyado y arropado desinteresadamente, lo cual me chocaba muchísimo pues estaba acostumbrado a moverme en otros patios donde todo es un “toma y dame”. Llevo en este espacio dos
años y sigo el tratamiento con retrovirales. Hoy me encuentro muy bien de salud, con trescientas diez defensas, la carga viral negativizada y pesando veinte kilos más. Pero lo mejor de todo es que gracias al Taller de salud emocional he empezado a aceptarme a mí mismo con la enfermedad que tengo y puedo compartir abiertamente con mis compañeros mis inquietudes.