La cárcel que no está en los libros

Alumnos y profesores de Albacete, con los presos de la UTE, que aparecen de espaldas en la imagen. mara villamuza

LA NUEVA ESPAÑA. 6 de febrero de 2009. Los testimonios de los reclusos La cárcel que no está en los libros Presos de la Unidad Terapéutica y Educativa de Villabona protagonizan un cara a cara con estudiantes de Derecho de Albacete, a los que narran su experiencia. Villabona, Idoya RONZÓN En Villabona, antes de que una puerta se abra, se cierra otra. Es algo que llama la atención al adentrarse en la cárcel. Jamás hay dos puertas abiertas, por seguridad. Una se abre, y una vez que se ha pasado dentro de la habitación, o del pasillo al que se quiera acceder, se cierra automáticamente antes de que se abra la siguiente. Lo mismo ocurre con los presos de la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) de la prisión asturiana, el llamado «espacio libre de drogas». En él, los internos adquieren el compromiso de, al menos, intentar salir adelante, que ya es mucho. Y para ello, antes, cierran puertas -las drogas, el alcohol, un entorno conflictivo-. Ayer, los reclusos de la UTE compartieron una jornada con 26 estudiantes de la facultad de Derecho del campus de Albacete de la Universidad de Castilla La Mancha, y cuatro profesores, a los que narraron su experiencia. «Es una forma de conocer "la otra cárcel", algo que los libros no llegan a transmitir», explica Fernando Rovetta, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Castilla La Mancha. La forma de trabajo de la UTE, reconocida a nivel europeo, ha sido imitada por diferentes cárceles españolas. Su objetivo es superar la rivalidad histórica entre internos y profesionales y la subcultura carcelaria. En ella tienen cabida hombres y mujeres, jóvenes y adultos, toxicómanos o no, primarios y reincidentes, preventivos y penados, segundos y primeros grados. Al empezar a escuchar a los internos, muchos de los estudiantes tomaban notas en sus libretas, como apuntes en una aulario. Pero las historias sinceras de los reclusos fueron poco a poco haciendo que los bolígrafos se detuvieran y les miraran a los ojos. No es fácil contar delante de desconocidos por qué se ha ido a dar con los huesos a prisión. Héctor, 30 años. «Mi primera raya de cocaína me la dio mi padre. Yo traficaba con las drogas que él mismo me suministraba. De la cocaína pasé a la heroína y, cuando faltó el dinero en casa, empecé a robar. Hasta que llegué aquí, hace tres meses. Cuando caí preso, en seguida le dije a mi familia que me mandara dinero, para pillar dentro. Pero me metieron en la UTE. Lo primero que vi al llegar fue que otros presos eran los que me registraron la ropa, para ver si llevaba droga. Yo "flipé", pensé que eran "raros". Después, en el patio, otro interno se acercó a mí y me dio un abrazo. Pensé que era marica. Pero poco a poco fue pasando el tiempo y lo que vi es que aquí hay respeto. Para mí, ingresar en la UTE es lo mejor que me ha pasado en la vida. Si no, seguiría fuera, drogándome. Por primera vez en mi vida me he atrevido a decir que soy un ladrón, o que lo fui. Si llego a caer en otro patio estaría hecho una mierda». La reincidencia de los internos de la UTE, cuyo motor son los funcionarios Faustino Zapico y Begoña Longoria, que son derivados a centros terapéuticos extrapenitenciarios (como Proyecto Hombre o Adsis, entre otros) es del 9,09 por ciento. La media en España es del 60. Félix es andaluz. Pasa de los 40 y llegó a Asturias desde Andalucía porque «debía dinero por todos los lados, había quitado droga a todos los camellos...». En el Principado cometió un robo y llegó a Villabona, a la UTE. «Llevo 30 años en prisiones. Conozco todos los patios, he luchado en ellos y en ellos he hecho de todo. Al principio no entendía qué era la UTE y me costó. Éste es un sitio de respeto, no hay drogas, no hay palizas. Por fin tengo una vida que ahora está en mis manos». Cuando Ángel, de 33 años, llegó a la UTE, lo dejó bien claro. Era de extrema derecha y así lo hizo saber. Carne de cañón para la Unidad. «Lo primero que hizo el equipo fue meterme en la celda con un chico de color. Después me cambiaron de celda y me metieron con un republicano, con una enorme bandera de la República. No teníamos televisión, así que había que matar el tiempo hablando». Aún hubo otro cambio más. «Con un chico relacionado con grupos radicales de izquierdas. Llevo cinco meses aquí y todo eso me ayudó a cambiar. Mi problema es el alcohol y esto me está ayudando a fortalecerme para cuando salga ahí fuera. Mi delito fue por una venganza personal que aún no sé cómo se va a resolver. En la calle escupía a uno porque era moro. Pero aquí aprendí que no sólo existen tus ideas, que siempre tienes a alguien a tu lado, vengas de donde vengas». Una cámara de vídeo grababa cada una de las intervenciones de los presos. La Universidad pretende, con el consentimiento de los internos, utilizar sus testimonios como material de enseñanza. «Otra prisión es posible y aquí lo hemos visto», afirma Fernando Rovetta. Ana, de 30 años de edad, llegó a la UTE de Villabona tras una vida de malos tratos, drogas, intentos de suicidio y robos. «Si tienes un problema siempre hay alguien que te escucha. Aquí conseguí cosas que daba por perdidas. Dejé la medicación, la metadona, recuperé a mis padres...». Milagros: «Las mujeres no somos usadas, somos personas» Milagros, de 50 años, es la mayor de las mujeres de la UTE del centro penitenciario de Villabona. Está internada por tráfico de drogas. Ella nunca consumió. «Aquí -dice- las mujeres no somos utilizadas, somos personas, no eres violada en un cuarto de baño por alguien a quien ni siquiera conoces. Aquí eso no sucede. En la UTE he aprendido a tener paciencia, que la gente que se droga no es escoria, como yo pensaba antes. Éste es un proyecto de dignidad». Paula: «Los presos tenemos derecho a un cambio» Paula, 30 años de edad, prostituta desde los 14 años. «Los presos tenemos derecho a un cambio, a una vida mejor. Y aquí la tenemos». Giuseppe: «Es la primera vez que llego a un patio sin droga» «Conozco cárceles de Sudamérica, de Italia. Yo siempre intenté ser el mejor en lo mío, atracando», asegura este recluso de la UTE de Villabona. Para mí, la ley del silencio era lo máximo. Yo he vivido en muchos patios, pero es la primera vez que llego a uno donde la droga no existe, donde todos nos ayudamos». Lázaro: «Esto deja en evidencia a la institución penitenciaria» «Este proyecto deja en evidencia a la institución penitenciaria. Aquí siempre hay alguien que te ayuda a levantarte», asegura este recluso internado en la UTE.